Para que emprender no signifique dedicarse full life, mirá estos consejos para emprendedores para no trabajar las 24 horas en este artículo de Sasa Lopez Rodriguez, Directora de Taller de Redes.
Ponerte límites a la hora de trabajar en tu proyecto personal es, a largo plazo, lo mejor que podés hacer para seguir creciendo.
Así empieza su columna Sasa Lopez Rodriguez, Directora de Taller de Redes, sobre de necesidad ponernos límites cuando nosotros mismos somos nuestro propio jefe y trabajo.
El equilibrio y la disciplina laboral sin abusos es clave para que tu proyecto personal sea posible a largo plazo y crecer.
“Hago lo que me gusta, por eso no corto”, “Soy mi propio jefe, no me queda otra”, “Hay gente que depende de mí, no puedo darme el lujo”, “Ahora porque es el comienzo, luego será más fácil…”, “Sí, sí, ahí dejo el celu, pero justo me entró un pedido…”
¿Te reconocés en estas frases?
Nos pasa a todos los que nos lanzamos a emprender: no podemos ponernos límites a nosotros mismos y terminamos trabajando sin horarios en un continuo 24/7 que puede traernos consecuencias sobre las que no siempre frenamos a pensar.
¿Será el vértigo de no tener un sueldo seguro a fin de mes?. O quizás se trata de no tener un techo en cuanto a las ganancias, lo que hace que no querramos perdernos ni una sola venta y terminemos tomando pedidos a cualquier hora.
Tan distintos a quienes cobran un aguinaldo y tienen horarios definidos con antelación. Inclusive a los home officers que aún trabajando en sus hogares disfrutan vacaciones pagas y de una ley que los ampara a la hora de no atender ninguna llamada, luego del horario estipulado entre empleador- empleado.
Es cool decir “Los emprendedores somos nuestros propios jefes”, pero detrás de esa linda leyenda hay otra que dice: no todo lo que brilla es oro, y esto también es verdad. Todo tiene su lado B y no poder cortar es parte de las contraindicaciones del prospecto del emprendedor.
Según la Licenciada en Psicología Fabiana Gallardo, el no poder delimitar el trabajo del descanso tiene riesgos. Uno de ellos, el estado de tensión permanente en el que se vive y que, a su vez, trae aparejados problemas de todo tipo, como trastornos del sueño y articulares (depende de cómo trabajemos); en síntesis, consecuencias físicas y emocionales de todo tipo.
“Algo para no relativizar porque con el tiempo, la salud pasa factura, y aunque hagamos lo que nos gusta, ¡es trabajo! Hay que cortar y darle espacio a otro tipo de disfrute”, advierte la especialista.
Además, recomienda que tomemos muy en serio esto de que hay un tiempo para todo y nos demos espacio para descansar.
“Hay que salir a caminar, practicar algún deporte, encontrarse con alguien… Cuidar nuestra salud física y mental es parte de evitar un colapso general que nos obligará a parar igualmente y ahí quizás (en esa paradoja) esos miedos que nos llevaron a forzar la máquina se hagan realidad”.
Historias de emprendedores
Por mi trabajo, estar en contacto con emprendedores es algo cotidiano y, rescatando opiniones sobre el tema de esta nota, me sorprendió la unanimidad en las respuestas que obtuve: no hubo nadie que me dijera que sí sabe ponerse límites y delimitar trabajo de vida personal-descanso.
“No cambio trabajar para mí por nada en el mundo. Me gusta tener el control. No sé delegar y hace siete años que no tomo vacaciones. Para mí, no responder un mensaje implica pensar que pueden comprarle a otro y es más fuerte que yo, atiendo. Las consecuencias de esto las vi en un examen médico donde por estrés se me dispararon la prolactina y el cortisol y aun así no pude hacer el cambio. Creo que lo más estresante es el estar en mi casa y disponerme a hacer todo a la vez. Entonces, limpio la casa, atiendo el teléfono y tomo un pedido mientras ayudo a mi hijo con la tarea escolar. Esa sensación de estar en todos lados a la misma vez, es agobiante”, describe Micaela, dueña de Siempre Verde, un emprendimiento de parquizaciones.
Me identifico con la lógica, o con lo ilógico de querer hacer todo a la misma vez a lo pulpo Manotas. Un rato acá, otro allá, hago esto y lo otro, los días pasan volando y uno termina agotado.
Supongo que cuando empezamos este camino nadie se plantea delegar, porque el crecimiento es paulatino y, generalmente, comenzamos sin saber bien cómo se darán los acontecimientos y este camino sí que se hace al andar.
Taller de Redes fue por un tiempo, algo que hacía sola. Hoy, somos acomo nueve personas y eso no es algo que yo planifiqué, se fue dando.
Este creo que es el ejemplo claro de este tipo de proyectos, te vas sorprendiendo y tomando decisiones sobre la marcha, pero es siempre el ir por más, nunca nos llega el momento de reflexionar en algo que es básico: si sentimos que es difícil parar porque no hay quién nos reemplace, quizás sea la mejor opción cuidarnos más a diario y no esperar a que sea el desgaste el que nos impida seguir, y sin estructura para un reemplazo, estaremos muy complicados.
La vida es una mesa con cuatro patas
El psicólogo Alejandro Schujman advierte que un apasionado que trabaja sin cortar tiene que hacer al menos este ejercicio: imaginarnos a nosotros mismos como una mesa con cuatro patas, donde el equilibro depende de cada una de ellas que, a su vez, representan un área de nuestras vidas: el trabajo, la relación con nosotros mismos, los cables a tierra y el mundo afectivo.
Si vemos que cualquiera de las cuatro patas empieza a engrosarse (que suele ser la del trabajo que crece en desmedro de las otras) el equilibrio, nuestro equilibro, se pierde. “Y en este punto pienso en un cuento precioso del libro Mujeres que corren con lobos -dice Schujman- Dice que cuando se tiene mucho de algo (de lo que sea) se necesita volver a casa, y casa es uno mismo”.
La trampa de los emprendedores
Florencia es diseñadora gráfica y por muchos años trabajó en relación de dependencia para el diario principal de Mendoza. Hoy, lejos de los horarios también locos de la prensa escrita, se dedica full time a su emprendimiento Mucho Ámbar. Ella cuenta: “Pienso que al responder un pedido a cualquier hora estoy brindando un mejor servicio, una mejor atención y que esto se traducirá en una venta más. Lo peor es que probé no respondiendo (fuera del horario que yo misma estipulé) y noté que el cliente entiende perfecto y que las ventas se concretan igual…”
“Y digo ¡lo peor! porque aun sabiendo que nada pasa, me duró poco el límite que me impuse y hoy sigo respondiendo sin mirar la hora ni cortar nunca. Era distinto en el diario, trabajaba de lo que me gusta, tanto como ahora disfruto de este proyecto, pero si el límite venía de afuera lo acataba. Ahora que lo tengo que poner yo, no puedo”.
Para Schujman, la trampa de los emprendedores es que al trabajar en algo que nos apasiona y siendo nuestros propios hacedores, caemos en una especie de auto-tiranía en la que nada es suficiente y siempre podemos un poquito más y es obvio que el límite es más claro cuando viene de afuera, pero no es solo esto lo que nos sucede.
“Por otro lado, está el temor que nos genera lo propio, que todo pueda derrumbarse rápidamente. Pero hay que recapacitar y pensar que si lo que estamos ofreciendo es un buen servicio o un buen producto, uno puede darse el lujo de decir acá paro y tomo quince días de vacaciones o simplemente corto y no contesto más el celular desde las 18. Atentos con que es la propia inseguridad la que nos lleva a engancharnos en una rueda sin fin”.
No saber ponernos límites, nuestras propias inseguridades: quizás detrás de la pasión y el orgullo de lo propio, se esconda un trabajo interno que debemos hacer para no caer en la trampa de creer que lo hacemos por responsabilidad, por amor y así romantizarlo todo y barrer debajo de la alfombra un costado que no queremos ver de ese discurso tan bonito y sacrificado del emprendedor.
Todo muy lindo con que hacemos lo que nos gusta y que nadie nos manda, pero esa valentía de patear el tablero puede sacar a relucir también miedos profundos o desafíos extras como el de los propios límites.
“Lo opuesto a la inseguridad, sería la seguridad. Cuando un emprendedor tiene plena fe en su producto debe poder poner límites y descansar. Y en este punto es clave hacer acuerdos con uno mismo y cumplirlos. En consulta observo muchos reclamos que vienen, en general, del entorno afectivo que siente que va perdiendo calidad el vínculo como consecuencia de la sobrecarga laboral. Lo ideal es parar antes de que el entorno se vea dañado o que el cuerpo empiece a manifestar diferentes patologías”.
Claudia Naretti tiene 58 años y desde los 18 es emprendedora. Primero fue como vendedora de la famosa marca Tupperware y luego como profesora de costura y bordado, en su taller propio. Toda una vida aprendiendo las reglas del juego de este tipo de proyectos parece que a Claudia, no le sirvieron para saber cómo parar: “Nunca existieron sábados o domingos para mí y cuando tuve a mis hijos, aún fue más difícil, pero me las rebuscaba para trabajar cuando ellos dormían. Los vómitos por estrés fueron lo más leve, después vino una disritmia cerebral. Está en mí, ser así, autoexigente y apasionada”.
Lo que Claudia relata, es para Schujman el estrés nocivo, la otra punta del saludable. “El estrés que sirve tiene que ver con la carga, la descarga y la relajación. La carga de tensión que no tiene porque ser displacentera, la descarga y el circuito que se termina con la relajación. Si ese ecosistema se completa favorablemente el estrés es fantástico, pero si no hay carga, sin descarga, ni descanso, es cuando ahí el cuerpo empieza a hablar y el estrés pasa factura. Límites y acuerdos con uno mismo son la clave”.
Parece que desenchufarse de algo que nos gusta no es fácil y que el miedo de lo que caerá sí o sí sobre nuestras espaldas es el enemigo silencioso que junto con la imposibilidad de ponernos límites, logran desdibujar la separación entre la vida personal y la laboral.
Es hora de reflexionar sobre este tema porque siempre es mejor prevenir que curar y, perdernos en este camino, puede hacer que olvidemos que el objetivo -si bien es trabajar de lo que amamos generando independencia y estabilidad económica- también es disfrutar de todo lo que nos ofrece la vida ¿de qué nos sirve descuidar la familia, los afectos o nuestros momentos de relax por una venta o un cliente más? Ser nuestro propio jefe tiene que ser una ventaja y no una manera de explotarnos a nosotros mismos.
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