Hacé una lista de las actividades cotidianas que hacés con regularidad: “diseño de nuevos productos, compra de materia prima y materiales, fotografía de productos, contestar consultas de potenciales cliente”. Una vez armada, ordenala, empezando por la que sentís que más tiempo perdés. Quizás te das cuenta que donde más tiempo estás perdiendo es en la compra de materia prima, porque estás yendo cada vez que necesitas algo en lugar de ir una única vez a comprar todo junto.
Una vez que tengas la lista ordenada y hayas identificado en qué área no estás siendo tan eficiente, vas a a escribir 5 posibles ideas para mejorar ese proceso.
Lo más importante es que no trates de mejorar todos los procesos al mismo tiempo: enfocate sólo en el que pusiste primero en tu lista. Porque sino, vas a terminar con mil ideas y no vas a hacer ninguna.
Como no suele formar parte de nuestra formación profesional, suelen aburrir o es la parte de la que no queremos ocuparnos, los números quedan relegados. Pero si no es un hobby hay que dedicarle tiempo a las finanzas. Una manera de ordenarlos es a partir de dos columnas.
Los costos fijos. Lo que vas a tener que pagar sí o sí, vendas o no vendas. Por ejemplo: el alquiler del showroom, la luz, el teléfono, el sueldo de tus empleados, etc.
Los costos variables. Aquellos asociados a las ventas. Es decir que si no vendés, no pagás esos costos. Por ejemplo: los viáticos para hacer determinado curso o las comisiones variables que suelen cobrar las tarjetas de crédito o el monto que te cobra la plataforma donde tenés tu tienda online. Y todos los costos asociados a tus productos.
Lo interesante de los números es que, a partir de su lectura, podés descubrir si hay un producto que está funcionando mucho mejor que otro y vale la pena seguir potenciando. O que una inversión en marketing que no te está funcionando y vale la pena replantear. O que un costo fijo se te fue demasiado alto y necesitas evaluar alternativas.
A veces terminamos poniendo las prioridades ajenas como propias, y eso suele generar estancamiento. Si tu principal objetivo es desarrollar una nueva colección que venís pensando hace tiempo, pero el día a día te tapa y terminas diseñando la colección un mes antes de la fecha de lanzamiento, vas a terminar haciendo más o menos lo mismo de siempre, porque no vas a tener ni la energía ni el tiempo para pensar algo diferente.
Algunos modos de salir del atolladero:
Planificar anualmente, pensando en los proyectos que sabés que son importantes enfocándote en aquellos que si están listos a fin de año van a generarte muchas satisfacciones.
Hacer una mirada por trimestre: siguiendo el objetivo anterior, el general. ¿En qué actividades necesitás enfocarte?. El tercer paso es hacer este mismo ejercicio cada semana.
Todos los viernes a la tarde o los lunes a primera hora, dedicar una hora a organizar las prioridades de esa semana que está por empezar. Y, asegurarte que más allá de las actividades del día a día y la rutina normal, cada semana tengas al menos una actividad destinada a ese proyecto más grande que te planteaste.
El objetivo es frenar y pensar, antes de salir a accionar. Porque sino accionamos siempre en lo urgente y nunca en lo importante.
Cuando te apasiona lo que hacés, probablemente pasás gran parte del día pensando en nuestro negocio. Leemos, vemos ejemplos, hacemos cursos y nos llenamos de ideas que nos emocionan y queremos salir a hacer ya mismo. Pero todas las semanas surgen nuevos proyectos. Por eso es importante encontrar un sistema para organizar todas esas ideas. Frenar el impulso de salir a hacer aquello que se nos acaba de ocurrir, y en cambio anotarlo en algún documento que tengamos con “nuevas ideas”, para analizarlas después. Entonces, podés, por ejemplo, cada semana que te sentás revisar las prioridades de la semana siguiente, lees tu lista de “nuevas ideas” y ves si hay alguna que querés agregar a tu semana o en realidad no, porque ya tenés otras prioridades en las que enfocarte.
La idea es mirar el todo y la perspectiva más amplia, antes de meternos de cabeza a ejecutar algo. Porque sino hacemos mil cosas chiquitas o nuevas, que no siempre nos generan los resultados que esperamos.