Hace un tiempo, en febrero de este año, la diseñadora y artista Jessica Trosman decidió dar un paso al costado en el mundo de la moda, vender parte de su marca JT a su socio y trazar una nueva de hoja de ruta enfocada, más que nunca (porque su moldería compleja siempre se mantuvo alejada de la producción en masa) al arte abstracto.
Por estos días, piensa en hacer una muestra para exponer por primera vez el trabajo de estos seis últimos meses en los que cambió su rutina por completo.
En un taller de Monserrat se sumerge en la creación de unas esculturas de tela, a las que somete a distintos procesos químicos y a otras intervenciones que le dan al material una apariencia plástica. "Siempre fui muy devota de las figuras abstractas y en 3 dimensiones. Todo lo que hice fue escultórico y monstruoso también. Monstruoso y sexual, porque hay algo que seduce en esa forma. También estoy muy enganchadda con los colores relacionados con la electricidad: el amarillo, el rojo, el azul", comparte y constesta sus 7 preguntas.
Es experimentación y apertura. Y el resultado más que bello tiene que ser nuevo. El público, además, es el que termina por definir el papel que va a tener esa pieza. Cuando interactúa, de algún modo, lo completa.
A veces surgen de un material, aunque siempre hay una historia detrás. Sin ella es muy difícil desarrollarte.
No pensar en si una pieza es linda o no, sino en la idea que trasmite. Y animarse a romper los marcos clásicos de la superficie y la textura.
No sé, es difícil, porque estoy orgullosa del camino que hice. Soy emprendedora y trabajadora. ¡Y Caballo de Fuego!, así que suelo lograr casi todo lo que me propongo, sin mirar demasiado para el costado. Tuve la suerte, además, de experimentar muchísimo. Con Martín Churba, mi socio, eramos muy locos, y además teníamos mucha proyección del negocio, algo que todavía estoy intentando lograr en esta nueva etapa. Creo que lo creativo está buenísimo pero me deprime si es algo sólo para mí. Sino vendo, significa que tampoco tengo la posibilidad de comunicar. Para mí, el arte es un modo de hablar.
Lograr hacer lo que a una le gusta. Poder trasladar lo que tengo en mi cabeza a una obra me hace feliz.
Algo que nunca se me hubiera ocurrido a mí: un auto, por ejemplo (se ríe). Y algún día, me encantaría diseñar mi propia casa.
Muchas herramientas y materiales, además de mis cuadernos con dibujos y bocetos. El agua y la fruta que llevo a todos lados. Necesito un espacio en el que pueda explacharme y ese lugar lo tengo en el taller de Monserrat en el que estoy trabajando jungo a un gran artista, Emiliano Milillo y a su mujer, que también es artista. De ellos aprendo mucho.
PH: Gentileza Sergio Bianchi.