Dentro del mundo del juego para chicos, hay juguetes que son también herramientas que fomentan el movimiento libre, el contacto con la naturaleza y la imaginación.
Es el caso de los juguetes de madera, que aportan más de un beneficio: su nobleza y suavidad al tacto hace que los chicos se lancen a sus andanzas con seguridad al tiempo que se evitan los plásticos y la contaminación.
Asimismo, los convocan a experimentar y vivir aventuras que pueden compartir con hermanos, amigos, primos, estimulando y favoreciendo el desarrollo de los chicos desde diferentes dimensiones.
Por ejemplo, durante la primera etapa del desarrollo del niño, un carrito de madera brinda oportunidades de juego (guardar objetos, poner y sacar, empujar y jalar) estimulando las habilidades motoras, cognitivas y sociales.
Cuando logran pararse, la fortaleza de la madera ofrece una superficie estable que genera confianza y favorece tanto equilibrio dinámico -cuando se debe controlar el tronco y las extremidades-, y también el equilibrio estático, para controlar el cuerpo estando quieto.
A su vez, las bicis de madera sin pedales favorecen la búsqueda del equilibrio a tal punto que muchos chicos pasan a la bicicleta sin rueditas con naturalidad y sin miedos.
Uno de los más importantes es que, gracias a su durabilidad, comienzan a formar parte de las historias familiares, que luego se comparten con hermanos y amigos; y cuando menos lo pensamos, estas aventuras pasan de generación en generación.
Allí radica una de las magias más hermosas del juguete de madera: trasladan y acumulan historias; son protagonistas y testigos de las aventuras que se renuevan con cada juego.
Las autoras: María Muñoz y Corina Cassola, son emprendedoras y creadoras de FANGA
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