Con la técnica de la fotocerámica, la artista graba poemas y fragmentos propios o ajenos en tazas, platos, vasos o mates. Su línea con lustre de oro, siguiendo el procedimiento de la vajilla antigua transporta encanto.
Un profesor de literatura que no lograba publicar su libro de poesía en ninguna editorial le pidió que le plasmara sus versos en seis tazas iguales. De cerámica, blancas en letras negras. Otra vez, una chica quiso dejar asentadas las canciones de un infancia en unos pocillos. La ceramista Carolina Chillemi se encarga de que las palabras ronden la cotidianidad, salten a la mesa, aparezcan en una vitrina o alacena.
A través de la técnica fotocerámica y con calcomanías vitrificables hechas a mano, la artista que estudió Bellas Artes y desde los 15 se dedica a explorar las potencialidades de la arcilla, graba los textos en su taller de Flores. Trabaja a pedido o las vende en reconocidas galerías y casa de deco.
“A veces son frases que escribo yo y otros son textos que me conmueven por algún motivo. Como algunos párrafos de Gabriel García Márquez o un poema de Mario Benedetti u otro autor”. Los imprime en una hoja entera sin principio ni final y les modifica la tipografía para incorporarlos como textura o lectura en continúo a su vajilla. También usa grabados.
Colecciona fotos antiguas que modifica en un programa de imágenes, sin que pierda el aire de época.
Una vez que pega los textos o las imágenes a las piezas, las barniza y lleva al horno, para la tercera horneada a 1000 grados.
Las piezas de Chillemi van tres veces al horno: en la última se sella el calco. Cuando hace los platos, tazas o floreros, que componen otra de sus líneas más conocidas, con lustre de oro, repite el procedimiento pero a 800 grados. Es la técnica que lleva la vajilla antigua. Cada paso del proceso es artesanal. Y los esmaltes son alcalinos y los usa en blanco loza, rosa u oxido, preservando los pigmentos más naturales. Detalles que suman a un estética romántica en la que el tiempo parece detenerse.