La arcilla se convierte en una puerta de entrada para morigerarse a ella misma y generar empatía. Es argentina, diseñadora industrial pero se mudó a Barcelona hace siete años y eligió el barro como material de expresión.
Cuando la diseñadora Agustina Garrigou modela una pieza también se transforma a sí misma. En su taller (que ahora es su casa) se concentra en la emoción que siente. Vive en Barcelona hace siete años y desde hace cuatro que se dedica exclusivamente a la cerámica.
Trabaja las piezas para entender lo que le pasa interiormente. Cuando puede, cuando la dosis de sentimiento está al rojo vivo, termina el objeto ese mismo día. Así le pasó con la serie The Teddys, este grupo de osos que se asientan en un símbolo de la infancia.
"Es mi manera de que el otro acepte mi emoción, la quiera, empatice desde el corazón", cuenta esta artista de la cerámica, que nació en Buenos Aires pero en 2013 se instaló en Barcelona para cursar un máster y explorar "dónde poner su creatividad". La intención primera fue estudiar diseño de mobiliario.
"Fueron mis jefes los que me empezaron a impulsar hacer colecciones de cerámica para vender en su tienda . Así empecé a tomarme la cerámica como un trabajo. Antes era una pasión a la que me dedicaba después de hora"
Agustina Garrigou
Sus piezas se venden en tiendas de diseño y arte, y en algunas galerías y ferias. En Buenos Aires, en Diderot y Tokonoma.
En este momento de cuarentena estoy haciendo lo que puedo desde casa, sobretodo elijo hacer piezas que me lleven tiempo, lo que antes no era rentable hoy es primordial.
Agustina Garrigou
Un proyecto que la tuvo muy motivada es el de las piezas que integran sonido. "La música siempre me brindó imágenes muy interesantes. Soy de la generación MTV y tengo una referencia dse videos, melodías y artistas visuales que me aportaron mucho y marcaron mi adolescencia. Esa etapa es tan intensa que a veces querés seguir trabajando lo que te pasaba en aquel entonces para comprenderlo. En ese momento posiblemente no tenías la madurez necesaria para procesarlo".
También, además de otras ramas del arte y la música, la inspiran las texturas que ve, sobre todo en la naturaleza: "un árbol, una roca, vista de cerca es una pintura abstracta".
El diseño de algunas piezas más de su serie Potatoids, pero en mayor escala de las que venía produciendo, también la mantiene ocupada. No sabe muy bien dónde las pondrá. Quizás en una de estas galerías que muestran el cruce entre diseño y arte; las que componen un circuito tan vigente.
"Cada vez más diseñadores están siendo representados por galerías y muchos espacios se están especializando y preparando para mostrarlos. En distancia con el arte contemporáneo, se venden como piezas únicas, hechas a mano, en general componiendo una serie. Y quizás sin tener una funcionalidad mayor que la de ponerle mucha onda a un ambiente".
Agustina se recibió de diseñadora industrial en Buenos Aires y durante toda la carrera tuvo ganas de irse a estudiar afuera . Pero cuando surgió la oportunidad de buscar una segunda formación, no se animó y se anotó en un máster de diseño en mobiliario (En Elisava). Para aprender cerámica había opciones en Suecia y en Londres.
"Pero tenía miedo que no me aceptaran y éste me parecía menos intimidante, aunque hacía tres años que venía modelando por mi cuenta. La cerámica la conmovía desde entonces.
"Y si bien hoy mi búsqueda es más artística, el diseño siempre está presente como un pilar: en la forma de producir, de optimizar los procesos", dice.
"El barro es un material plástico que se vuelve más duro al final y te permite modelarlo con facilidad. Aprendiendo técnicas podés hacer cualquier forma. Y nunca terminás de aprendés. Por un lado, es muy técnico y por otro permite mucha expresión artística. No sé si la pintura tiene esta profundidad de conocimiento. Y además, puedo hacer la pieza yo, de principio a fin, sin depender de nadie, sin tener que tercerizar parte del proceso. Me encanta esa libertad". Cortar, pegar, unir, deformar. Jugar.