Fue un giro rotundo el que lo llevó a dar vuelta de página. Hace diez años, Juan Manuel Romero, fundador de Quimbaya Orfebrería, sufrió un accidente en la empresa de energía que integraba como inspector de grandes clientes. Un cortocircuito le quemó el rostro y lo dejó cinco días en coma. Y lo hizo pensar en que quería otra cosa para su vida. Decidió volver a estudiar: había cursado cuatro años de diseño industrial y otros dos de diseño gráfico. Quiso anotarse en un curso de vidrio soplado, pero en Córdoba, donde vive, no encontró quien lo dictara. Probó con orfebrería en la Cámara de Joyeros de esa provincia y la experiencia le encantó.
Empezó a modelar algunas piezas en el living de su casa y no paró. Hace dos años se animó y arriesgó: dejó su trabajo en relación de dependencia y en otras decisiones, se asoció con Marcela Acrich, que además de su pareja es ingeniera industrial. Ella se encarga de darle un marco empresarial a su arte impreso en oro y plata. La parte de gestión y venta corre por su cuenta. Su taller, ubicado en Mendiolaza (a unos 10 kilómetros de Córdoba capital), oficia de showroom de la marca, a la vez que ofrecen sus piezas por redes y desde su site. También tienen dos puntos de venta Córdoba y esperan, en breve, poder abrir uno nuevo en Buenos Aires.
Con la ganancia de los primeros diseños (especialmente, de la pieza inicial: un trabapañuelo de alpaca personalizado) compró algunas de las herramientas básicas de orfebrería: pinza, lima, sierra, laminadoras y un motor de pulidos. Y la tecnología que le permitió dar un salto fenomenal: la impresora 3D made in Inglaterra.
Pero aunque el proyecto crecía y estaba feliz de poder dedicar todo su tiempo a crear, nunca imaginó que iba a llegar tan lejos. Una agencia de publicidad los contrató desde Madrid. En abril de este año, HBO España y la marca de helados Magnum, los convocaron para promocionar una nueva línea de sabores a propósito de la exitosa serie Game of Thrones. La diseñadora Ximena Clavelli (también parte de Feria PuroDiseño) le dio el esmaltado final con los colores.
Quimbaya diseñó cuatro cucharas basadas en las cuatro casas emblemáticas de la historia. Las piezas se exhibieron en el barrio Salamanca de Madrid (en el Moda Shopping) y se mostraron en el Festival de Cannes. Además, este año, la firma Photocentric los invitó a disertar sobre la aplicación en joyería de tecnología 3 D (en el marco de un congreso que organizó en Inglaterra) y los nombró embajadores en su rubro. La tecnología es clave, comparte Juan.
“No sólo que el nivel de precisión y detalle que permite es muy alto, sino que no hay límites a la hora de crear. Te permite volar"
La pieza parte de un concepto (un dibujo) se plasma en software en el que la pieza adquiere las tres dimensiones y se hace el molde. Después, comienza otro proceso (llamado Cera Perdida) en el que se introduce el metal. Apenas alguno de los pasos que llevan a la joya terminada; algunas más complejas que otras en su producción.
Cada joya es diferente. Aunque periódicamente proponen colecciones, en Quimbaya cada pieza es única. Porque a pesar de que parten de un concepto similar, el cliente le imprime su sello personal.
“El que elige una joya nuestra está buscando algo que lo identifique”, comparte. A veces, confiesa, se queda diseñando hasta muy tarde, a la madrugada. Le cuesta parar. Cortar. Es que si bien, de alguna manera, soñó con este momento (vivir para diseñar) la realidad superó sus expectativas con creces.