El Chanel Nº5 llegó al siglo, y su silueta, tan simple como elegante, es uno de los diseños más emblemáticos de la historia.
Su fórmula es el secreto mejor guardado del imperio Chanel, que celebra los cien años de un éxito histórico que revolucionó el mundo de la moda y la perfumería.
Su nombre es enigmático y minimalista, pero el Nº5 de Chanel esconde más que un gran triunfo empresarial.
Gabrielle Chanel conoció en Niza al perfumista francorruso Ernest Beaux, que hasta la Revolución de los Bolcheviques había trabajado en la corte de los zares.
Le pidió un perfume que oliera “como una mujer, no como una rosa”, “algo muy especial, que no manche, que huela muy bien”, y así lo único que tenemos claro hoy de su composición es que esconde rosas, jazmín e ylang-ylang.
Como casi todo en torno a la historia de este perfume, la leyenda cuenta que su nombre se debe a que Chanel eligió la quinta muestra que le presentó Beaux, probablemente sin saber que se trataba en realidad del desaparecido perfume de la Rusia imperial, el Rallet Nº1, creado para los Romanov poco antes del fin de su dinastía.
Otras versiones dicen que el 5 era el número de la suerte de la diseñadora francesa, que vio en él el culmen del minimalismo: un nombre sencillo y sin necesidad de traducir, a juego con la simpleza del tarrito de laboratorio que rompía con todo lo que se había visto hasta entonces en perfumería.
La cuestión es que hoy, cien años después, la creación estrella de Chanel sigue siendo un éxito, el perfume más vendido de la historia (sólo en Inglaterra vendió cerca de dos millones de ejemplares en 2019).
Hasta su frasco, que en su tapón imita la silueta de la parisina plaza Vendôme, se ha convertido en un mito y solo ha recibido ligeras modificaciones en ocho ocasiones.
Es, además, el primer perfume expuesto en un museo de arte, pues forma parte de la colección permanente del MoMA de Nueva York desde 1959.
Cuando Chanel hizo a Beaux su petición, las marcas de moda no se preocupaban de la belleza o los accesorios. Por esto se le atribuye a ella la visión avanzada de haber concebido la marca como un universo que seguir ampliando, más allá de la ropa.
Otros diseñadores empezaron a seguir su ejemplo, como Jeanne Lanvin, que creó My Sin en 1925, o Jean Patou, que lanzó Joy en 1930.
Pero el olfato para los negocios de Chanel fue en este caso un tanto accidental.
La modista, que estaba revolucionando la moda de principios de siglo introduciendo la comodidad y el punto en los armarios de la alta sociedad, nunca imaginó que su perfume sería la principal razón de su fortuna, y tuvo que esperar hasta los años 40 para recibir por él el dinero que durante veinte años se llevaban casi exclusivamente los empresarios que lo comercializaban, los Wertheimer.
En 1924, cuando empezaron a venderlo, ella aceptó quedarse solo con el 10 % de las ventas y ni siquiera tenía los derechos de creación. Que su nombre estuviera registrado como una marca le pareció entonces suficiente honor.
El Chanel Nº5 era un objeto de deseo: los soldados estadounidenses -el país donde más se vendía- lo compraban en París para llevarlo a sus mujeres tras la Segunda Guerra Mundial.
Años después, Marilyn Monroe confesaba usarlo como único pijama y así su olor quedó para siempre ligado a la sensualidad de la actriz.
Es tal vez el único perfume con una biografía (no autorizada), gracias a la meticulosa investigación de la escritora Marie-Dominique Lelièvre, publicada en el libro “El Nº5 de Chanel. Biografía no autorizada”, donde trata de esclarecer algunas de sus leyendas.
Actrices y modelos como Catherine Deneuve, Carole Bouquet, Marion Cotillard, Nicole Kidman, Gisele Bündchen y más recientemente Lily-Rose Depp han sido embajadoras del perfume en anuncios y campañas de publicidad realizadas por Helmut Newton, Irving Penn, Ridley Scott o Baz Luhrmann, entre los más sonados.
El último anuncio de la firma este año, coincidiendo con el aniversario, muestra a Cotillard bailando en la luna, un mensaje de la marca, convencida de que el éxito del Nº5 perdurará otros cien años.
Texto: María D. Valderrama / EFE
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