En el monte de Santiago del Estero, en la Puna juyeña, en el campo de Salta o Catamarca unas 200 artesanas hilan y tiñen la lana que da lugar alfombras de lujo y con diseño como las de Elementos Argentinos. De diferentes colores, espesores y tamaños, la producción empieza en los lugares más remotos del país y sigue en Buenos Aires.
Y en ese ida y vuelta (a veces de meses) se recrea la sinergía positiva que sostiene este Proyecto B Certificado. El emprendimiento logró hace un año la certificación de Empresa B, una categoría que alcanza a unas 70 (más otras tantos en proceso de serlo) que incluyen en sus estatutos objetivos sociales y ambientales y cumplen con los más altos estándares en términos de transparencia y responsabilidad empresarial.
En este caso, el proyecto surgió como la respuesta a una problemática compleja, en un intento por generar trabajo en zonas alejadas de los centros urbanos: los hombres de las comunidades solían viajar durante estadias muy prolongadas (a cosechar caña de azucar, uvas o limones) dejando a las mujeres solas y a las familias desmembradas. Muchas veces no volvían porque formaban nuevas familas.
Desde que empezaron a tejer de manera organizada y con fines de lucro, montones de familias se mantienen económicamente sin necesidad de mudarse o trasladarse a la ciudad o otra provincia. "El proceso sucede en las casas de los artesanos, e incluso, muchos hombres, empezaron a tejer e integran pequeñas comunidades de tejedoras", comparte Fernando Bach, uno de los dos socios de la firma.
Caudal de trabajo para las artesanas no falta: exportan a Estados Unidos (especialmente a San Francisco y Nueva York) y tienen clientes en Londres, Berlín, París y Australia. Desde el inicio el proyecto mantuvo una política de Comercio Justo. "Los artesanos conocen muy bien su oficio pero no es su fuerte negociar. Por eso suele haber mucho aprovechamiento por parte de los empresarios". Este es uno de los puntos fundamentales que deben cumplir las empresas B. "No da lo mismo ganar el dinero de cualquier modo. Hay una manera ética de hacerlo".
Para llegar a ser una empresa B, el emprendimiento marca aplica y una ONG estadounidense (B-Lab) analiza, pone a prueba y decide si cumple con la conciencia de "triple impacto" (económico, social y ambiental). La verificación es muy exhaustiva. "Además de chequear que el 50 por ciento del precio de venta vaya a las artesanas y a la compra de materia prima (el resto va a mantener la estructura comercial) son muchos los puntos que hay que atravezar para lograr la certificación internacional".
Con respecto al personal, la empresa debe mantener claúsulas de no discriminación y demostrar que sigue una política responsable de residuos peligrosos. Incluso, cuenta Bach, tuvieron que cambiar todas la iluminación y sustituirla por lámparas led.
Los materiales y procesos, por supuesto, también son evaluados en detalle. La lana que se usa para confeccionar cada alfombra es de lana de oveja , sin ningún agregado de plástico o derivados del petróleo. Los tintes son de dos tipos. Se usan pigmentos naturales (que provienen de plantas): los verdes de la yerba mate; los marrones del algarrobo. Y tintes minerales (para los colores que en la naturaleza son más difíciles de encontrar, como un rosa chicle) sin plomo.
Desde el teñido al momento en el que la pieza está terminada puede pasar un mes y medio. Depende de la complejidad que tenga la alfombra imaginada por el cliente. En el medio Bach y su equipo viajan. Tratan de hacerlo una vez cada tres mes meses y visitar a cada familia que integra la red. En lado urbano del mundo, cada cliente diseña a medida, con ayuda de los diseñadores de interiores que integran el staff.
Es parte del trabajo colaborativo que el proyecto busca promover. Cada uno hace lo mejor que puede lo que sabe hacer. "Ellos hacen lo que saben hacer, y nosotros, lo que sabemos: diseñar y vender". Así se sostiene el círculo virtuoso. Bien por ellos.