Aunque no tengas un estudio de fotografía ni luces profesionales siempre tenés que apelar a la luz natural. Podés prestar atención a cuáles son los horarios y lugares de tu casa con mejor luz para ubicar la escena de producción.
Probablemente sea cerca de una ventana, balcón o terraza.
Una vez que encuentres ese espacio, es importante comprobar si la luz llega a la escena de frente o de costado para evitar que el producto se vea oscuro por quedar a contraluz.
También hay que evitar sombras. Podemos usar un rebotador casero: un panel blanco o un cartón forrado con papel metalizado de cocina.
Y si nos pega el sol directamente, podemos usar un difusor que se puede reemplazar por unas cortinas blancas traslúcidas o un papel de seda. De esta manera la luz será pareja.
Buscá objetos que acompañen tu producto principal, ya sea por la función de los mismos o por la paleta de color que quieras lograr.
Es importante que estos elementos no le saquen protagonismo a tu producto, sino al contrario, que sirvan para realzarlo, para mostrarlo en contexto, para que se entienda la escala o revelen una situación de uso.
Puede ser una pared, el piso, cartulinas o telas. Cuando lo eligas es importante verificar que no sea invasivo visualmente para que ayude a destacar nuestro producto.
Generalmente los fondos lisos no fallan. También pueden ser de texturas suaves y preferentemente monocromáticas.
La imagen que estamos viendo tiene que tener armonía y equilibrio. Para lograr que la escena sea agradable a la vista. ¿Cómo?: no sobrecargues la escena: dejá espacio libre. Podés hacer pruebas con un mismo producto agregando y sacando elementos. Otra clave es jugar con los tamaños para evitar la monotonía y que la composición sea más interesante.
Es importante definir dónde queremos que esté ubicado el mayor peso visual.
Con la cámara del teléfono celular podés lograr excelentes resultados, pero hay que tener en cuenta algunos detalles para que, por ejemplo, los objetos no aparezcan deformados.
Una manera de evitarlo es posicionar la cámara paralela al fondo de nuestra foto, ya sea el piso o una pared, creando un ángulo recto entre el lente y el objeto a fotografiar.
También probá qué pasa alejando la cámara del producto. Por otro lado, tené cuidado de no ubicar tu objeto principal en las esquinas del encuadre ya que se puede distorsionar.
El encuadre es el recorte que uno realiza con la cámara (o posteriormente en la edición) de toda la escena que va a fotografiar.
Esto significa que a veces puede ser muy interesante recortar algunos elementos para lograr una composición más equilibrada, para realzar el protagonismo del objeto que estamos vendiendo o bien para destacar algún detalle de nuestro producto.
Una vez que tenemos las fotos terminadas y seleccionamos las que más nos gustan, siempre (o casi siempre) es fundamental la edición. Hay varias aplicaciones que pueden servir, y generalmente las herramientas más útiles suelen ser el balance de blancos, el brillo, el contraste, las sombras y la saturación.
Lo principal es que la foto no quede muy amarillenta ni azulada, ni muy oscura o quemada.
¿Te animás a aplicar estos tips a tus próximas producciones?