La exposición Fleeting–Scents in Colour, programada en el Museo Mauritshuis de La Haya en el 2021, propone una manera sorprendente y expandida de mirar y descubrir las obras de arte, en este caso del barroco holandés, especialidad de la institución.
El visitante podrá descubrir los cuadros de una manera singular e inédita: podrá no solo verlos, sino también olerlos simultáneamente; sentir a través del olfato las diferentes atmósferas que en ellos se representa.
Estos hipotéticos pero aproximados olores de las diversas escenas de la Holanda del siglo XVII que aparecen en los cuadros han sido recreados por perfumistas en colaboración con científicos e historiadores.
Mediante un dispositivo situado delante de los cuadros, el espectador podrá liberar la fragancia correspondiente. Se acercará así a la obra de manera más sensorial, trascendiendo de alguna manera el carácter puramente físico del cuadro para transportarse a la escena pintada, como si de magia se tratase.
Esta iniciativa del Museo Mauritshuis, encaminada a apreciar y conocer mejor el arte del pasado, bien podría tener su eco en España, en concreto en el Museo del Prado, que casualmente puso en evidencia en 2019, en la exposición “Velázquez, Rembrandt y Vermeer”, las similitudes formales, estilísticas y conceptuales que la pintura holandesa del siglo XVII tiene con la española.
¿No sería magnífico oler por ejemplo al Caballero de la mano en el Pecho de El Greco, la atmósfera de taller y de madera seca de Las Hilanderas de Velázquez, o bien la cargada y claustrofóbica atmósfera que se desprende en La Familia de Carlos IV de Goya?
No existe la abundancia de obras en la pintura española como las que sí hay en los Países Bajos representando la vida cotidiana del siglo XVII, con sus ciudades y paisajes, artesanos, gremios y escenas familiares de su incipiente burguesía.
Sin embargo, ¿no sería fascinante investigar y proponer olores para la pintura Española del Siglo de Oro? ¿No sería esta una manera de descubrir y entender desde otras perspectivas un periodo tan importante de nuestra cultura e historia?
Solo en el siglo XVII encontraríamos en España olores a Contrarreforma, misticismo y picaresca, a consanguinidad y locura, a especias, aceites y jazmín, a pólvora y soldadesca, a calles ensuciadas a gritos de “agua va” en la polvorienta villa y corte de Madrid.
Sugerentes olores que podrían desprenderse de las obras de Velázquez, Del Mazo, Zurbarán, Murillo, Ribera y Alonso Cano, nombrando algunos pintores.
Desde un punto de vista didáctico, las ventajas de crear rigurosas experiencias sensoriales y museísticas de esta naturaleza son evidentes.
En una exposición con olores es necesario acudir al museo ya que no es posible todavía oler a través de internet, por lo que el público seguirá viendo en vivo las obras de arte, compartiendo experiencias, afectos y recuerdos.
Al incluir los olores para acercarse a las obras de arte del pasado se recupera el olfato, un sentido denostado por una cultura que prioriza lo visual. Cuando comúnmente, a modo de juego, se le pregunta a alguien que prescinda de uno de sus 5 sentidos, el primero en caer suele ser el olfato…
Una experiencia sensorial en una exposición es más inclusiva. En la exposición del Mauritshuis, una persona invidente podría, por ejemplo, también viajar en el tiempo a la Holanda del XVII a través de los olores y fragancias recreadas.
Sin embargo, aunque introducir olores en exposiciones de arte no es algo nuevo, tampoco se hace muy a menudo. Las razones son diversas, pero sobre todo se debe a la volatilidad de los olores y su difícil manipulación. A menudo, cuando se usan, forman parte de instalaciones hechas con otros materiales.
El arte olfativo es una disciplina no muy conocida que nace en los años 1980, a raíz de los postulados del Arte Povera. Es entonces cuando artistas como Clara Ursitti o Peter de Cupere comienzan a dedicarle todos sus esfuerzos, y reivindican el perfume y los olores como técnicas y medios artísticos y no meramente como un producto de diseño de uso comercial.
En 2014, el Círculo de Bellas Artes de Madrid acogió la exposición El Arte del Perfume 1889 – 2014, la primera exposición en España centrada en el perfume como medio, material y soporte artístico.
Es necesario aquí resaltar que el concepto de esta exposición se basó en grandes marcas con sus perfumes emblemáticos, como por ejemplo Chanel nº 5 de Chanel, Jicky de Guerlain o Angel de Thierry Mugler, vinculando así la industria y la creatividad de los perfumistas con los diferentes movimientos artísticos.
En 2015, el Museo Tinguely de Basilea presentó la exposición llamada Belle Haleine – El arte del olor, con más de 60 obras del presente y pasado del arte olfativo.
El arte olfativo y el uso de los olores en las exposiciones forman parte de una tendencia de la reciente práctica artística cada vez más experimental, así como de una oferta cultural y museística que necesita reinvententarse para atraer a nuevos públicos. A través de estas experiencias sensoriales e inmersivas, los artistas y comisarios buscan potenciar el impacto emocional de la experiencia artística en el espectador.
Esta tendencia de potenciar la comunicación de manera inmersiva está motivada en muchas ocasiones por una vocación humanista, que busca en el arte un motor de transformación social y respuesta a los grandes retos de nuestro tiempo, trabajando en la confluencia de la ciencia, la tecnología, el arte y el medio ambiente.