Nieto de un escultor y heredero de una familia dedicada al arte, el fundador del estudio Valuarte crea piezas que mezclan técnica, poesía y diseño argentino contemporáneo.
Nieto de un escultor y parte de una familia que respira arte, Antonio Llambías convirtió su herencia en una marca personal: Valuarte, el estudio donde transforma el metal en piezas que combinan rigor técnico y poesía visual.
“En mi casa el arte era tema cotidiano”, recuerda a Puro Diseño el diseñador formado entre planos, maquetas y conversaciones estéticas.
Criado entre el legado de su abuelo escultor, la mirada sensible de su madre interiorista y la inspiración de su tía —Dolores Navarro Ocampo, fundadora de Puro Diseño—, Antonio creció rodeado de una cultura que entiende la forma como lenguaje.
Desde su estudio ubicado en Recoleta, Llambías propone un nuevo modo de habitar los objetos: cada mueble, lámpara o candelabro encierra una búsqueda espiritual y conceptual. “Hay familias que hablan de política; en la mía, se hablaba de materiales y proporciones”, resume.
De su abuelo tomó la pasión por las estructuras; de su entorno, la necesidad de crear con sentido. Cada una de sus obras —como la silla Quilla Cantilever o el candelabro Pararrayos— parte de una idea y se completa con un poema.
“El arte y la palabra están unidos: lo que no puedo decir en metal, lo escribo”, confiesa.
Inspirado por las pirámides mayas, el brutalismo y la pureza geométrica, Llambías explora el diálogo entre lo ancestral y lo contemporáneo. En su universo, la línea recta no es solo un trazo, sino una declaración: el equilibrio entre fuerza y sensibilidad.
Durante la pandemia, fundó Valuarte, un espacio que define como “un estudio escondido (speakeasy) más que un showroom”. Solo se accede con cita previa, y su atmósfera mezcla piezas propias con obras de artistas invitados. “Busco que quien entre sienta sorpresa; que viva una experiencia más que una visita”, explica.
Cada objeto nace del trabajo con acero o aluminio, materiales que él reivindica como nobles por su honestidad. “No creo en materiales buenos o malos. Lo que los ennoblece es la intención del diseño”, sostiene.
Sus primeras creaciones —Jazmín, Feca y Clarita— marcaron el ADN del estudio: líneas puras, carácter escultórico y manufactura impecable.
Antonio Llambías no diseña solo para decorar. Para él, cada espacio debe contar algo sobre quien lo habita. “El diseño tiene que tener alma. Busco que cada pieza hable del vínculo entre el cuerpo y la materia”, afirma.
Esa filosofía se materializa en Quilla Cantilever, su silla más reciente, desarrollada durante cuatro años. Su estructura facetada y patas basculantes desafían la idea tradicional de ergonomía. “Una silla no es solo para sentarse; es un ejercicio de equilibrio y expresión”, explica.
En paralelo, presentó Pararrayos en Design Week México 2025, dentro de la exhibición Inédito. El candelabro, realizado en aluminio serie 5000, cobra forma con un simple pliegue manual. “El usuario completa el diseño con su gesto. Me interesa que el objeto lo involucre”, dice.
Cada pieza de Antonio Llambías combina técnica, intuición y relato. Su obra no busca únicamente funcionalidad, sino emoción.
“El alma de un objeto es lo que lo hace eterno”, resume. Con Valuarte, el diseñador se posiciona como una de las voces más singulares del diseño argentino contemporáneo, donde el acero también puede hablar de sensibilidad.
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