Mis piezas de cerámica tienen muchas etapas. Comienzan con la fabricación de la pasta, que se elabora con 70% de arcilla en polvo (blanca, roja o terracota) y 30% de antiplásticos. Estos últimos son materiales en polvo como el feldespato o el cuarzo, que se encargan de que la pasta integre algunas cualidades como resistencia y plasticidad. Una vez mezclados, a esta mezcla “madre”, se le agrega agua y se la revuelve durante muchos días. Después, se deja reposar para que se amalgamen los distintos elementos. La pasta se coloca en una cama de yeso varios días (incluso semanas) para que absorba el agua restante de la arcilla y logre consistencia. Cuando la pasta está lista y amasada construyo las piezas, con técnicas de mesa, que son las más antiguas que se utilizaron en las culturas antiguas indígenas latinoamericanas . Como por ejemplo la técnica de chorizo o la de tiras o pellizco.
Una vez que la pieza está terminada se deja secar. Hasta que se evapore la humedad de la arcilla. Ese proceso es muy lento ya que hay que embolsar la pieza y airearla cada tanto para que no exista riesgo de fisura. La próxima etapa es la elaboración de los esmaltes: la fase más compleja y sofisticada. Una verdadera alquimia Los esmaltes se elaboran con arcilla, óxidos y pigmentos. Para que estos elementos se amalgamen bien, los elementos se mezclan en un mortero. Al final, se le agrega agua para que la consistencia sea más líquida.
Cuando la pieza está completamente seca, está en un estado muy frágil. Por esa razón se hace una primera horneada a unos 800 grados (llamada bizcocho), para poder manipularla y esmaltarla sin que se rompa. Después de esta primera horneada se esmalta zambullendo la pieza en el esmalte. Después, otra vez al horno, para la última horneada, a 1230 grados (cuando se sobrepasan los 1190 grados se llama Cerámica de Gres). Las piezas en gres, suelen deformarse y achicarse: es su cualidad. Por lo tanto siempre se consigue un resultado único y poco predecible.