Joyas en las que la naturaleza perdura en miniatura

Publicado por
Mara Derni
La diseñadora industrial Celeste Rodríguez recolecta muestras mínimas de cada paisaje que la encandila para convertirlas en piezas de arte. Creció y se formó entre Santiago del Estero y Córdoba, donde tiene su taller.

"Me resulta emocionante pensar que una joya puede conservar pequeños tesoros naturales que evocan un recuerdo, un viaje, una poesía, una fragancia, un paisaje. Otras de mis grandes pasiones (además de la joyería) son los viajes y el contacto con la naturaleza. No sólo viajo mucho sino que llevo adelante, junto a mi hermano, el proyecto de un hotel boutique bajo el concepto del Slow Travel y el turismo de la experiencia.

Recuerdo parte de mi infancia, en Santiago del Estero, sumergida entre herramientas, flores, mostacillas, paseos en el río; me veo coleccionando caracoles e insectos. Podía pasar horas buscándolos.

De pequeña, me encandilaba con cada elemento que encontraba en la naturaleza, especialmente aquellos que resultaban insignificantes y pasaban desapercibidos para los demás.

A los 12 años, con mis papás nos mudamos a Córdoba. En esa ciudad empecé a estudiar diseño industrial y paralelamente asistí al taller de joyería contemporánea de Cecilia Richard, que me abrió las puertas a la joyería contemporánea. Ya recibida, empecé a delinear las ideas de lo que más tarde sería mi marca Celeste Joyería Contemporánea.

Vendo mis piezas a través de Instagram. Tomo pedidos del 1 al 15 de cada mes hasta agotar stock, y a partir de ese día, comienzo la producción. A fines de cada mes están las joyas listas para entregar o para enviar a cualquier punto del país. Así me organizo. En el taller de Richard ya había comenzado a experimentar con vidrio soplado y elementos recolectados de distintos viajes.

Cada joya comienza en ese instante de interés y recolección. Luego de ese contacto con la naturaleza, el trabajo sigue puertas adentro en el taller.

Indudablemente mi gran limitante es la perdurabilidad o la fragilidad de los objetos que utilizo. Previamente a comercializarlos, hay un largo camino de experimentación para conseguir la mejor forma de, por ejemplo, secar determinadas flores y que mantengan su color o lograr colocar adentro de la burbuja de vidrio algún elemento no tan flexibles.

Como trabajo con materiales tan frágiles y volátiles, la parte del proceso donde los coloco dentro de la burbuja es un capítulo aparte. Tengo que limpiar íntegramente el lugar de trabajo, y saber que ese momento me necesita tranquila y concentrada. Cualquier respiración fuerte o un movimiento rápido, puede hacer que todas las semillas, un diente de león o una pluma se vuelen por el taller.

Creo que es la parte más difícil del proceso, pero es al mismo tiempo la que más disfruto. Lograr esos momentos en que la respiración y el pulso tienen que ser precisos, me genera inevitablemente una conexión especial con cada joya.

Y es lo que trato de transmitir. El portador de la joya tiene una lectura más poética aquello que está contenido en el vidrio, se convierte en el observador de un objeto recolectado y ese material cotidiano se transforma en una joya preciosa.

El límite que permite esta interacción es una capa de vidrio, elemento que por un lado refuerza el concepto de lo etéreo y delicado, pero a su vez protege y resguarda ese instante frágil y delicado de la naturaleza y lo perpetúa en el tiempo.

La naturaleza está cargada de instantes frágiles y delicados que normalmente no resultan tan visibles a la mirada convencional. Son justamente estos los momentos capaces de despertar interés y melancolía, y esa emoción algo desbordante de entender que la belleza de la vida finalmente se encuentra en lo intrascendente y lo oculto, lo provisional y lo efímero.


Utilizo la joyería también como medio para trasmitir estas emociones: este oficio opera en un campo específico que es la relación con el cuerpo.

La pieza de joyería se convierte en algo íntimo, que es portado, observado, usado, preciado. Lo interesante de la joyería contemporánea es justamente el concepto, la forma de relacionar ese concepto con el cuerpo y la experimentación para materializarlo. Me obnubila lo pequeño, lo miniatura. Quizás porque me hace tomar una dimensión vertiginosa de la inmensidad del universo.

Tengo miles de frasquitos con arena, tierra, liquen, caracoles, plumitas, semillas, de cada lugar que tengo la suerte de visitar.

Siempre me embelesó el mar, y poder recorrer kilómetros de playa para encontrarme en algún momento determinado con caracoles miniatura, algún coral fucsia, algas de los colores más raros, para mi es una emoción enorme. Siento que la naturaleza es generosa, abundante y perfecta.

Tengo también, objetos que atesoro porque el lugar de donde los traje me remite muchos recuerdos. Guardo, por ejemplo, con mucho cariño y cuidado los materiales recolectados en Japón, ya que fue un viaje que me sirvió para reafirmar y enfatizar mi vocación.

Actualmente, estoy enfocada en la línea de pequeños contenedores de vidrio, con tapa de plata 295 realizada de forma artesanal, y diferentes elementos de la naturaleza en su interior, todos recolectados de forma personal en distintos momentos de mi vida: creo que cada elemento es una joya en sí mismo y mientras menos transformación sufra, más luce su belleza auténtica y natural.

Concibo el diseño como una cadena de momentos y acciones que se van sucediendo de forma consciente o inconsciente, donde todo lo que pasa por un proceso creativo es la sumatoria de lo que somos, lo que vemos, lo que leemos, lo que escuchamos, los recuerdos que tenemos, lo que consumimos, lo que nos apasiona y lo que no. Por eso creo que en última instancia, se produce una obra que comunica en cierta forma el ADN del diseñador.

Y no deja de ser mi cable a tierra. Lo vivo con muchísima pasión y amor"