Un instrumento maravilloso para enfrentar el caos. En todo sistema tenés un grado de orden (lo sedimentado, lo conocido, lo dominado) y otro de caos (lo que no se conoce, el vacío, el riesgo). A partir del diseño uno intenta dominarlo para hacer crecer algo nuevo y positivo. Que suele ser superador y es lo que nos ha movido desde la época de las cavernas. Por eso siempre digo que el diseño, de algún modo, es un acto de fe. Porque hace falta mucho coraje para enfrentar ese caos que suele estar acompañado de fracaso y mucho riesgo. Cuando uno lo logra tiene el reconocimiento de su especie.
De la curiosidad. Soy curioso a 360 grados. Me interesa mucho la filosofía, pero también el arte y la técnica. De esa combinación holísitca me vienen ideas. Tengo procesos creativos muy largos que nacen de intuiciones muy pequeñas que sigo, hasta que, de a poco, se empieza a revelar una forma. Pero cada trabajo suele tener dos o tres años de desarrollo y empieza en una hoja en blanco. Hay mucho trabajo detrás, más de lo imaginado. No tengo ideas preconcevidas. De hecho no creo en las tendencias, no me interesan para nada.
Dos reglas que conviene romper...
Nunca seguí demasiado ninguna. Justamente porque creo que el diseño tiene que romper con lo establecido, o al menos, ponerlo en crisis. En mi caso me he cuestionado todo y he seguido más ideas que formas. Y es genial cómo uno puede leer el alma de una persona a partir de su proyecto. Otra cosa: no buscar el dinero ni la fama. En las nuevas generaciones, muy copados con la idea del diseño, suele aparecer esta búsqueda por los resultados rápidos. 'Domino la forma, y más o menos vendo'. Creo que hay que hacer productos de calidad y el tiempo dirá qué pasa después.
"No sufras tanto, tenías razón". Desde que me recibí, y mientras estudiaba en Italia, siempre defendí lo que creía: que el diseño necesariamente implica innovación. Toda mi vida luché por eso y sufrí mucho por ser coherente con mis ideas. Yo era un salteño, de 23 años, en Europa. Quizás si hubiera sido más sereno, hubiera sufrido menos cuando alguien me decía que no había lugar para crear algo nuevo. Los sistemas, en general, tienden a buscar la estabilidad y uno puede resultar un elemento de molestia. Menos mal que no les hice caso.
Es poder hacer lo que uno quiere y ser feliz haciendolo. Aunque es una palabra que me inquieta: no es lo que busco, no es lo que quiero. ¿Puede la libertada ser un modo de éxito?.
No sé, no tengo fetiches objetuales. Me enamora, sí, la idea de Modernidad. Y me interesan mucho los diseñadores de la posguerra y hasta los '70. Soy muy amigo de Alberto Meda (diseñador italiano), a quien admiro, y fue, además, fundamental para mi proyecto.
Cuando estoy en Salta (como al momento de esta entrevista), estoy en mi templo. Mi taller está en Tres Cerritos, un barrio elevado de la ciudad. Acá veo el verde, que para mí es clave. Igual que la luz. Necesito de la naturalez para expandirme. Después tengo algunos objetos que conservo desde la universiad: un sistema de bitácora, en A 4 con tapa de cuero; un lapiz con mina 2 B de alumino. También están las máquinas de control numérico, la cortadora láser y la que me permite la impresión 3D. Las nuevas tecnologías tienen una potencialidad tremenda para las mentes creativas. Cuando la industria no te escucha (lo que, a veces, puede ser una excusa) hacen que un proyecto de a luz sin demasiado respaldo.
¿Cuál es tu Eutopía o ese sueño posible? Armar acá, en Salta, uno de los estudios más interesantes que existan y que funcione como residencia para artistas de afuera. Que puedan quedarse a dormir algunos días y trabajar en sus proyectos. Salta es mi lugar en el mundo, es mi Argentina. De esta ciudad vienen los valores que hicieron que se me abran muchas puertas. Hay un modo de estar en el mundo que se lo debo a Salta.